Fred era un desempleado en la ciudad, conocido por su talento único para meterse en líos. No había logrado mantener un trabajo por más de seis meses y sus habilidades para manejar la vida cotidiana eran casi tan caóticas como su currículum. Un día, mientras intentaba montar un mueble que había comprado en una tienda de descuento (sin éxito), se le ocurrió probar suerte en un puesto de jardinero en el parque local.
El día estaba soleado y Fred, armado con una pala y una gran dosis de optimismo, se dirigió al parque. Mientras cavaba con entusiasmo, se encontró con una pequeña cueva. Sin pensarlo mucho, Fred decidió investigar y, para su sorpresa, se encontró con un conejito blanco con orejas enormes, de aspecto muy elegante y con un lazo rojo alrededor del cuello. Fred, emocionado, se agachó para mirar de cerca, pero accidentalmente, su pala se deslizó y golpeó al conejito.