La joven alquimista Amélie, con ojos que brillaban como crisoles bajo la luz del crepúsculo, sostenía en sus manos un antiguo tomo encuadernado en piel de dragón. Las páginas, amarillentas por el tiempo, susurraban secretos ancestrales al rozar sus dedos. Un poder inimaginable se había despertado en su interior, la capacidad de influir, aunque fuera de forma sutil, en el flujo del tiempo.
Amélie, con su mente ávida de conocimiento y su corazón rebosante de sueños, no tardó en comprender las posibilidades que este don extraordinario le brindaba. Sin embargo, un inesperado obstáculo se interpuso en su camino: una inesperada división en el tiempo. De pronto, se encontró cara a cara consigo misma, con Amélie del pasado, una joven ingenua e inexperta, llena de dudas y temores.