En los oscuros confines del espacio, tres figuras siniestras navegaban en una nave espacial que parecía una extensión de sus propias sombras. Provenían del planeta Krypton, el mismo mundo que había visto la caída del brillante Superman. Estos criminales, conocidos como General Zod, Faora y Ursa, habían sido condenados a vagar sin rumbo por el cosmos por Jor-El, el padre de Superman. Sin embargo, habían logrado eludir su condena y ahora se dirigían con determinación hacia la Tierra, buscando vengarse de quien consideraban responsable de su destierro.
La llegada de la nave a la atmósfera terrestre no pasó desapercibida. Los sensores del gobierno y los sistemas de vigilancia detectaron una anomalía, pero la noticia realmente se esparció cuando los primeros avistamientos comenzaron a reportarse por los medios. Los criminales kryptonianos aterrizaron en una desolada región montañosa, preparándose para su confrontación con el último hijo de Krypton.
En Metrópolis, Clark Kent, el aparentemente tímido reportero del Daily Planet, continuaba con su vida cotidiana, escondiendo su verdadera identidad bajo una fachada de normalidad. A pesar de su apariencia tranquila, Clark Kent era, en realidad, Superman, el defensor de la Tierra. Durante días, el aire en la ciudad se volvía cada vez más tenso, y aunque Clark trataba de mantener su compostura, no podía ignorar el creciente sentimiento de que algo terrible estaba por suceder.