Érase una vez un Deadpool… No, espera, eso no suena bien. Mejor empecemos de nuevo.
En un universo no tan lejano, donde el humor negro y la violencia gratuita reinan, vivía un antihéroe peculiar: Deadpool. Wade Wilson, su nombre de pila, era un ex mercenario con un pasado turbulento y un don extraordinario: la capacidad de regenerarse de cualquier herida.
Su traje rojo y negro era tan icónico como su boca sucia y su sarcasmo incesante. Deadpool no era un héroe tradicional, ni siquiera un antihéroe. Era un mercenario malhablado, irreverente y con una inclinación por romper la cuarta pared.
Su historia comenzó con un experimento fallido que le dejó con su factor de curación y un terrible desfiguramiento. En su búsqueda de venganza contra el responsable, Wade se convirtió en Deadpool, un justiciero a su manera, siempre dispuesto a una buena pelea y un chiste a costa de los demás.