La familia Thompson, de clase media americana, se mudó a una casa en el pintoresco barrio de Willow Creek con la esperanza de encontrar un refugio tranquilo y una nueva oportunidad para comenzar. La vivienda, una construcción de época con un encanto clásico y jardines bien cuidados, parecía el lugar perfecto para criar a sus dos hijos y disfrutar de una vida serena.
Sin embargo, poco después de instalarse, comenzaron a ocurrir cosas extrañas. El primer signo de anomalía fue un frío inexplicable en ciertas habitaciones, incluso cuando la calefacción estaba a pleno rendimiento. La familia pensó que podría ser un problema de aislamiento, pero los técnicos no encontraron ninguna falla en el sistema.
A los pocos días, comenzaron a escuchar susurros y pasos en el segundo piso, donde no había nadie. Los ruidos eran intermitentes, como si alguien caminara por el pasillo o abriera puertas que nunca se movían. Los niños, especialmente, se despertaban aterrorizados por pesadillas y decían ver sombras en la oscuridad.